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El cierre de 2025 dejó un dólar más débil y un balance ampliamente positivo para las divisas emergentes.
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El carry trade y las tasas reales elevadas fueron el principal motor de flujos hacia monedas emergentes.
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De cara a 2026, el desempeño será más selectivo, con foco en fundamentos macro y credibilidad fiscal.
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El cierre de 2025 dejó un dólar más débil y un balance ampliamente positivo para las divisas emergentes.
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El carry trade y las tasas reales elevadas fueron el principal motor de flujos hacia monedas emergentes.
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De cara a 2026, el desempeño será más selectivo, con foco en fundamentos macro y credibilidad fiscal.
El cierre de 2025 dejó una fotografía poco común para el universo emergente, con un dólar más débil y flujos que, aun con la típica liquidez reducida de fin de año, siguieron premiando a quienes ofrecieron diferencial de tasas, cuentas externas más sólidas o una narrativa favorable de materias primas. En ese contexto, el real brasileño y el peso chileno lideraron la jornada final con avances superiores a 1,7% frente al dólar, aportando a un balance anual notable donde 17 de 23 divisas emergentes terminaron apreciándose, en paralelo a un muy buen desempeño de acciones y bonos emergentes.
Este cierre confirma que 2025 fue un año donde el mercado volvió a asignar valor al bloque emergente, no solo como apuesta táctica, sino como una alternativa estructural en un entorno de menor atractivo relativo del dólar estadounidense.
Dólar más débil y retorno del carry trade
La performance YTD de las principales divisas en latinoamerica. Fuente: XTB Research, Koyfin.
El motor de fondo fue doble. Por un lado, la expectativa de recortes adicionales de la Reserva Federal en la medida que la inflación continúe moderándose redujo el atractivo relativo del billete verde y comprimió parte del premio por liquidez que había dominado ciclos anteriores. Por otro lado, el apetito por carry trade volvió a ser protagonista, ya que muchos emergentes mantuvieron tasas reales elevadas y curvas que pagaban por permanecer en moneda local.
Esa combinación permitió que las monedas con tasas altas y volatilidad contenida capturaran entradas de capital incluso en ausencia de catalizadores nuevos, reforzando un patrón clásico de los ciclos favorables para emergentes: rendimiento, estabilidad y disciplina macro.
Brasil: tasas altas y mercado laboral fuerte
Brasil es un ejemplo claro de esa combinación. El real brasileño no solo ganó tracción en la última sesión del año, sino que cerró su mejor desempeño anual desde 2016, con una apreciación cercana a 13%. El movimiento estuvo sostenido por un diferencial de tasas muy elevado y por datos internos que reforzaron la narrativa de resiliencia, como un desempleo en mínimos históricos, aun con la tasa Selic en torno a 15%.
Ese telón de fondo hace más creíble un escenario de tasas altas por más tiempo, lo que vuelve al real especialmente atractivo para estrategias de carry, aunque al costo de mantener una alta sensibilidad a cualquier giro en inflación, política fiscal o confianza de los inversionistas.
Chile: cobre fuerte y respaldo externo
Chile, en tanto, se benefició del canal externo más directo. Un cobre fuerte mejora los términos de intercambio, incrementa la oferta estructural de dólares vía exportaciones y suele anclar expectativas sobre las cuentas externas, todo lo cual tiende a traducirse en un peso chileno más firme cuando el entorno global permite asumir riesgo.
En un año donde los retornos en emergentes fueron amplios, la lectura es que la prima por materias primas volvió a jugar a favor de las economías exportadoras, siempre que el marco macroeconómico no introduzca ruido adicional.
El reverso del carry: el caso colombiano
No todas las monedas latinoamericanas compartieron el mismo guion. Colombia mostró el reverso del carry trade. Un aumento relevante del salario mínimo reactivó temores de una desinflación más lenta, empujó al alza las tasas implícitas y golpeó los bonos en dólares, recordando que el carry funciona bien mientras el ancla nominal sea creíble.
En monedas emergentes, la tasa alta es un apoyo, pero también un contrato con el mercado: si sube el riesgo de inflación o se amplía el déficit, el diferencial deja de ser premio y pasa a ser advertencia.
Emergentes fuera de LatAm
Más allá de América Latina, 2025 también premió a emergentes con buffers externos, cuentas corrientes manejables, reservas adecuadas y marcos de política relativamente previsibles. En un año de recortes en el mundo desarrollado y de diversificación fuera de Estados Unidos, el inversionista volvió a mirar el combo clásico de cuenta externa sólida y credibilidad del banco central.
Eso explica por qué el rally fue amplio pero no uniforme, las monedas con dominancia fiscal, presiones de balanza de pagos o eventos políticos binarios tendieron a quedarse atrás, incluso en un entorno de dólar global más débil.
En Asia el mensaje fue mixto, con un yuan que recuperó el umbral de 7 por dólar en el mercado onshore, señal de mayor comodidad de las autoridades con algo de apreciación, mientras que Corea del Sur cerró un año excepcional en renta variable, con el Kospi registrando su mayor avance en décadas. Esa divergencia es importante porque sugiere que el rally emergente de 2025 no fue solo una apuesta macro uniforme, también reflejó historias locales, desde política cambiaria y control de capitales hasta ciclos tecnológicos y resultados corporativos.
Mirando a 2026: viento de cola, pero más selectivo
De cara a 2026, la pregunta clave es cuánto de este impulso es repetible. Si la Fed efectivamente recorta tasas y el dólar continúa perdiendo tracción, el viento de cola para emergentes podría mantenerse, aunque con retornos más selectivos y una mayor sensibilidad a fundamentos como disciplina fiscal, estabilidad política y capacidad de mantener la inflación controlada.
El principal riesgo para las divisas emergentes no está en un dato puntual, sino en un cambio de régimen: una sorpresa inflacionaria global que obligue a frenar recortes, una escalada arancelaria que golpee comercio y materias primas, o una rotación defensiva hacia el dólar en episodios de estrés. Por eso, el balance de cierre de año luce fuerte, pero también deja el listón más alto para la próxima etapa del ciclo.
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