La reacción inicial a la rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de Moody’s fue sorprendentemente moderada, pero en los días siguientes se observó un debilitamiento notable del dólar. En el trasfondo, hay una ley que aumenta el déficit presupuestario de EE. UU. y una nueva disputa sobre aranceles aduaneros.
El viernes pasado, los mercados reaccionaron con cierta confusión, ya que Donald Trump volvió a “reabrir” el conflicto arancelario, amenazando con imponer un arancel del 50 % a todas las importaciones provenientes de la Unión Europea a partir del 1 de junio si no se firma un acuerdo comercial. Esta fecha fue postergada hasta el 9 de julio, pero esta vez la reacción del mercado fue mucho más moderada en comparación con lo que se vio a principios de abril. Los inversores interpretaron que debía considerarse como una “táctica de negociación”, y el fuerte repunte en los mercados tras la caída de inicios de abril reflejó una menor disposición a deshacerse de acciones. Al mismo tiempo, sin embargo, es un recordatorio de que la inestabilidad comercial no ha desaparecido, y aunque finalmente no se apliquen los aranceles, seguimos ante un aumento potencial que podría tener consecuencias estanflacionarias para la economía global.
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Hazte Cliente Cuenta de Formación Descarga la app móvil Descarga la app móvilPor otro lado, el dólar se ve afectado principalmente por la percepción de un aumento aparentemente inevitable en el déficit fiscal y la deuda de EE. UU. Los republicanos llegaron a las elecciones anteriores con la consigna de limitar el gasto y sanear las finanzas públicas, pero está ocurriendo lo contrario. La semana pasada, la Cámara de Representantes aprobó por un solo voto un proyecto de ley para extender recortes fiscales existentes y sumar nuevos, el cual ahora ha pasado al Senado. Las esperanzas de forzar una reducción del gasto (o de hacer que los recortes tributarios dependan de ella) resultaron vanas, y en el Senado, algunos republicanos quieren ampliar aún más los recortes fiscales. Es evidente que tanto los ahorros en la administración (el famoso proyecto DOGE) como los ingresos por aranceles (especialmente considerando que probablemente no sean tan altos como los anunciados inicialmente por el presidente) están lejos de ser suficientes para reducir el déficit.
Como resultado, nos enfrentamos a la posibilidad de un déficit estructural permanente del 6 %–7 % del PIB, incluso con una economía funcionando correctamente. Aun sin recesión, un desequilibrio de ese tipo traza una trayectoria de deuda insostenible a largo plazo. La administración estadounidense tiene dos opciones: tolerar una inflación más elevada (lo que implicaría mayores ingresos fiscales nominales y un denominador más alto en la relación deuda/PIB) —recordemos que el próximo año el presidente elegirá un nuevo presidente de la Reserva Federal—, o bien persuadir a la Fed para lanzar otro programa de compra de deuda, lo cual requeriría una desaceleración económica. Ninguno de estos escenarios resulta especialmente optimista desde la perspectiva del dólar, que está perdiendo valor a pesar de la postura relativamente restrictiva de la Fed en este momento.
Esta semana, los eventos más interesantes están previstos para la noche del miércoles: las minutas de la reunión de la Fed, así como el informe trimestral de Nvidia, que prácticamente cierra la temporada de presentación de beneficios.
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