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La dimisión del primer ministro Sébastien Lecornu expone una profunda disfunción política y una inestabilidad sin precedentes en Francia.
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Francia se enfrenta a un riesgo sistémico con 3.345 millones de euros de deuda, tipos de interés en aumento y un frágil entorno de mercado agravado por la desconfianza de los inversores.
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El país se debate entre la parálisis política y la vulnerabilidad financiera, con la credibilidad del Estado y la confianza en la democracia ahora en juego.
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La dimisión del primer ministro Sébastien Lecornu expone una profunda disfunción política y una inestabilidad sin precedentes en Francia.
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Francia se enfrenta a un riesgo sistémico con 3.345 millones de euros de deuda, tipos de interés en aumento y un frágil entorno de mercado agravado por la desconfianza de los inversores.
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El país se debate entre la parálisis política y la vulnerabilidad financiera, con la credibilidad del Estado y la confianza en la democracia ahora en juego.
La dimisión de Sébastien Lecornu como primer ministro, aceptada esta mañana por Emmanuel Macron, no es un simple episodio gubernamental. Señala una profunda disfunción en la vida política francesa, un poder ejecutivo tambaleante y una confianza colectiva erosionada. En tan solo unos días, el gobierno recién nombrado ha implosionado bajo el peso de las críticas y las contradicciones.
Esta repentina salida, en un momento en que el país busca una dirección presupuestaria y social clara, sumerge a Francia en una inestabilidad política sin precedentes desde el inicio del segundo mandato de Emmanuel Macron. El presidente se enfrenta ahora a un dilema: nombrar urgentemente a un nuevo primer ministro, disolver una Asamblea Nacional ya fragmentada o asumir, al menos simbólicamente, la responsabilidad del estancamiento actual.
Las consecuencias son inmediatas. Se cancelan los viajes ministeriales, se suspenden las decisiones y los mercados financieros, inquietos, ya están castigando la situación: el CAC 40 corrige un 1,3% en estos momentos, con los bancos franceses en primera línea. El Ejecutivo parece paralizado, mientras la opinión pública observa, cansada, un espectáculo político que se ha vuelto casi rutinario en su crisis permanente.
Riesgo sistémico en la deuda francesa
Francia se encuentra en una situación delicada: los elevados déficits presupuestarios, la inestabilidad política y la creciente desconfianza de los inversores crean un cóctel tóxico. En septiembre de 2025, la deuda pública alcanzó los 3.345 billones de euros, equivalentes al 114 % del PIB, la cifra más alta de la eurozona. Los déficits siguen siendo preocupantes: 5,8 % del PIB en 2024 y 5,4 % proyectado para 2025.

Los tipos de interés han ido en aumento desde 2024: el tipo de la deuda pública a 10 años se sitúa actualmente en el 3,60 %, una barrera crucial que no debe cruzarse por temor a un ataque a la deuda francesa. El CAC 40 también se ve afectado por la tensión, a pesar de sus componentes con proyección internacional. El rendimiento de la deuda francesa a 10 años supera al de España, Portugal e incluso Grecia. El rendimiento a 30 años alcanza el 4,45%, niveles no vistos desde noviembre de 2011. El diferencial con Alemania alcanza el 0,87%, un máximo desde 2012, agravado por la rebaja de la calificación soberana por parte de Fitch y la persistente inestabilidad política. Todos los gobiernos que intentaban reducir el déficit han sido derrocados, lo que genera temores de que, para 2026-2027, el coste de la deuda pública pueda superar el presupuesto nacional de educación (66.000 millones de euros frente a 64.000 millones de euros).
Inevitable inflexión política
Sea cual sea el camino político elegido, la conclusión es clara: la dimisión de Sébastien Lecornu no es casualidad, sino síntoma de un sistema al límite de sus fuerzas, incapaz de regenerarse salvo mediante la crisis. Caen gobiernos, se desmoronan mayorías, la ciudadanía se desilusiona… Francia se tambalea entre la parálisis política y la desconfianza colectiva.
Hoy en día, ya no está solo en juego el destino de un primer ministro, sino la credibilidad misma del Estado y la confianza en la democracia. Suspendida por una decisión presidencial, la nación se encuentra al borde del precipicio, con la deuda amenazando con convertir una conmoción política en una tormenta sistémica. Francia, demasiado grande para quebrar, debe demostrar ahora que aún puede mantenerse en pie.
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