El fin de los coches de combustión en Europa ya tiene fecha. Bruselas ha marcado 2035 como el límite para su fabricación, lo que representa un desafío histórico para los fabricantes del continente, obligados a adaptarse si quieren mantener su presencia en el mercado. En este proceso de transformación, el núcleo industrial alemán comienza a mostrar signos de debilidad, y las acciones de Porsche lo demuestran.

Dificultades del sector del coche eléctrico en Europa
Europa avanza hacia un cambio de modelo en la industria automotriz y a partir de 2035 dejará de fabricar coches de combustión. El sector, que representa alrededor del 7% del PIB de la Unión Europea, tiene apenas una década para reinventarse y competir contra gigantes chinos y estadounidenses que llevan años de ventaja. Para marcas como Porsche, Stellantis, Volkswagen, Mercedes, BMW y Renault, la clave está en abaratar costes sin perder competitividad.
La realidad actual no es alentadora. Los coches eléctricos apenas alcanzan el 15% de cuota de mercado, mientras que los híbridos, con un 35%, se consolidan como la opción preferida de los consumidores. La retirada progresiva de ayudas fiscales en muchos países europeos ha encarecido la compra de vehículos eléctricos, frenando su adopción. A esto se suma que la mayoría de los usuarios dispone de un único coche, y el eléctrico aún no cubre todas sus necesidades, lo que limita su penetración.
Aunque se reconoce que el eléctrico tendrá un lugar en el futuro de Europa, difícilmente será hegemónico. Sus limitaciones técnicas, un precio elevado, unos 45.000 euros de media frente a los 17.600 euros de los modelos chinos, y la insuficiencia de infraestructuras de carga siguen siendo grandes obstáculos. De cara a 2025, la reducción estructural de costes de producción, impulsada por la caída del precio de las baterías y por economías de escala, será determinante. Sin embargo, la presión de la competencia y la retirada de subsidios condicionan si este ahorro se traducirá en rentabilidad para los fabricantes o en rebajas de precios para los consumidores.
En este contexto, la industria automotriz alemana atraviesa una etapa especialmente complicada. Su producción continúa un 10% por debajo de los niveles prepandemia y los fabricantes, junto con sus proveedores, se ven obligados a aplicar recortes de empleo. A ello se suma un golpe simbólico y estratégico: China ha superado a Alemania como principal potencia exportadora de automóviles, lo que evidencia la pérdida de liderazgo europeo en un sector clave. Como si fuera poco, la presión arancelaria en Estados Unidos y los elevados costes laborales en territorio alemán intensifican aún más las dificultades, poniendo en entredicho la capacidad de recuperación sostenida de su industria.
¿Cuáles son las claves para sobrevivir al contexto actual?
La crisis actual no responde a un bache temporal, sino a un problema estructural. La transición hacia el coche eléctrico avanza con tropiezos y deja al descubierto vulnerabilidades cada vez más evidentes en la industria europea. Porsche, por ejemplo, ha optado por reforzar su cartera con modelos híbridos y de combustión, una decisión que le supondrá un impacto directo de 1.800 millones de euros en su beneficio operativo. Volkswagen, por su parte, ha recortado sus previsiones de margen operativo hasta el 2-3%, desde un máximo del 5%, y ha tenido que reconocer un deterioro contable cercano a los 3.000 millones de euros.
Sin embargo, no todo son sombras. Existen factores que permiten cierto optimismo en el medio plazo. Stellantis tiene previsto levantar en Zaragoza una gran fábrica de baterías que entrará en funcionamiento en 2026, en paralelo a su desinversión en motores de combustión en Italia. Al mismo tiempo, tanto Volkswagen como Renault trabajan en el lanzamiento de modelos eléctricos más asequibles, en torno a los 25.000 euros, que podrían llegar al mercado hacia 2027 para competir directamente con los fabricantes chinos.
En este escenario, los híbridos aparecen como una oportunidad para que Europa encuentre un espacio competitivo propio, mientras las instituciones ajustan la regulación para no ahogar a un sector del que depende buena parte de la economía europea. Las compañías, con décadas de experiencia y conocimiento técnico, ya han iniciado procesos de reestructuración profundos con el objetivo de mantener su posición en el largo plazo, aunque en el corto plazo los mercados bursátiles sigan castigando su desempeño.
El desafío reside en reducir costes, proteger la rentabilidad y ofrecer vehículos atractivos en un mercado cada vez más competitivo. El coche eléctrico europeo tiene futuro, pero su consolidación dependerá de cómo la industria gestione esta década decisiva. De lo contrario, una transición mal diseñada podría poner en riesgo no solo a los fabricantes, sino a uno de los pilares económicos de la Unión Europea.
Las acciones destacadas del sector del automovil en Europa
Las consecuencias se ven en los mercados. Las acciones de Mercedes-Benz y BMW acumulan caídas cercanas al 3%, mientras que Porsche y Volkswagen han protagonizado un desplome aún mayor. Porsche emitió un “profit warning” tras retrasar el lanzamiento de su nuevo SUV eléctrico de lujo, lo que provocó un hundimiento del 7,4% en sus acciones y arrastró a Volkswagen, que cayó un 8%. Además, las acciones de Porsche se retiran del índice DAX, lo que afecta aún más negativamente al sentimiento en torno a la empresa.
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