- Un cambio histórico de política: la administración Trump convierte subsidios en participaciones accionarias en empresas estratégicas como Intel, MP Materials, Lithium Americas y Trilogy Metals.
- Objetivo: asegurar la soberanía industrial y tecnológica de Estados Unidos controlando sectores clave como semiconductores, tierras raras, litio y acero.
- Mecanismos: desde una participación del 10 % en Intel hasta inversiones con warrants y “acciones doradas” que otorgan al gobierno derechos de veto o propiedad parcial.
- Riesgo y desafío: equilibrar la seguridad nacional, la eficiencia económica y la confianza de los inversores sin debilitar el modelo estadounidense de innovación.
- Un cambio histórico de política: la administración Trump convierte subsidios en participaciones accionarias en empresas estratégicas como Intel, MP Materials, Lithium Americas y Trilogy Metals.
- Objetivo: asegurar la soberanía industrial y tecnológica de Estados Unidos controlando sectores clave como semiconductores, tierras raras, litio y acero.
- Mecanismos: desde una participación del 10 % en Intel hasta inversiones con warrants y “acciones doradas” que otorgan al gobierno derechos de veto o propiedad parcial.
- Riesgo y desafío: equilibrar la seguridad nacional, la eficiencia económica y la confianza de los inversores sin debilitar el modelo estadounidense de innovación.
En los últimos meses, Estados Unidos ha invertido en varias empresas consideradas entre las más estratégicas e importantes del país, asegurándose de que puedan fabricar sus propios semiconductores, extraer sus propias tierras raras y producir su propio acero sin depender de otros.
Lo que ha hecho la administración Trump es transformar los programas de subvenciones y préstamos en iniciativas donde, como parte del paquete de ayuda, el gobierno adquiere una participación accionaria. Históricamente, EE. UU. ha hecho algo similar durante rescates financieros, pero cuando el gobierno ha tomado participaciones en el pasado, siempre ha dejado claro que su objetivo era mantener esas acciones el menor tiempo posible.
Un cambio político
La política de Trump representa un giro importante respecto a la postura de los últimos años, ya que comenzará a influir en las ganancias corporativas y en la toma de decisiones, lo que plantea interrogantes sobre la confianza del mercado en el país, base clave de la credibilidad inversora global.
Los críticos sostienen que EE. UU. está emulando sistemas financieros que durante mucho tiempo ha criticado, como el de China —donde el 71 % de las 500 mayores empresas son estatales— o el de Japón, donde el banco central es el mayor accionista de todas las empresas cotizadas. Sin embargo, existen diferencias. En China, gran parte de la inversión y el apoyo empresarial se produce a nivel provincial, aunque el gobierno central también ofrece subsidios y programas de I+D. Cada provincia respalda diferentes compañías, especialmente en sectores como vehículos eléctricos. Esta estrategia ha fomentado la alta competitividad al distribuir la inversión entre múltiples empresas en lugar de unas pocas.
Los defensores de estas políticas argumentan que es una forma de proteger el futuro del país, asegurando que industrias clave como los semiconductores, la energía y el acero permanezcan bajo control estadounidense, un factor importante en un mundo donde China domina materiales clave como las tierras raras.
No obstante, también existen riesgos. Uno de ellos es el creciente control estatal sobre el sector privado, lo que podría desviar recursos hacia empresas políticamente favorecidas pero ineficientes, debilitando la competencia y la innovación a largo plazo. Además, al convertirse en accionista, el gobierno se expone a decisiones corporativas que podrían generar conflictos políticos o presiones para intervenir en la gestión. A nivel global, este cambio podría erosionar la confianza internacional en el modelo estadounidense de libre mercado, el mismo que durante décadas ha sido el referente del capitalismo mundial.
¿En qué empresas ha invertido el gobierno de EE. UU.?
Las empresas en las que el gobierno de EE. UU. ha invertido en los últimos meses pertenecen a diversos sectores, incluyendo tecnología y minería:
Intel (10 %)
Los últimos años no han sido los mejores para Intel. En 2007, la compañía decidió no fabricar chips para el iPhone, claramente un error estratégico importante. A mediados de los 2000, también optó por no invertir en litografía EUV, la tecnología avanzada que TSMC utiliza ahora para fabricar los chips más sofisticados del mundo. En los dos últimos años, Intel ha intentado ponerse al día, y persisten dudas en la industria sobre si realmente podrá lograrlo.
La inversión del gobierno estadounidense en Intel forma parte de un ambicioso programa para restaurar la capacidad nacional de fabricar semiconductores avanzados. La administración Trump negoció una inversión de 8,900 millones de dólares en acciones de Intel en agosto, lo que representa una participación del 10 % en ese momento.
La inversión se financia mediante subvenciones previamente otorgadas a Intel bajo la Ley CHIPS, con el objetivo de ampliar y modernizar sus plantas en Arizona, Ohio, Nuevo México y Oregón. Estas instalaciones producirán chips de última generación para sectores estratégicos como defensa, inteligencia artificial y automoción.
El objetivo es garantizar la soberanía tecnológica de EE. UU. y reducir la dependencia de Asia —particularmente de Taiwán— en un componente crítico para la economía moderna. A través de esta inversión, Washington busca asegurar cadenas de suministro estables y mantener el liderazgo en innovación frente a China.
MP Materials (15 %)
MP Materials está en el centro del esfuerzo de EE. UU. por reconstruir su cadena de suministro nacional de tierras raras, esenciales para motores eléctricos, turbinas eólicas y sistemas de defensa. En julio de 2025, el Departamento de Defensa acordó invertir 400 millones de dólares en acciones preferentes convertibles de MP Materials, junto con warrants adicionales. El precio inicial de conversión fue de 30.03 USD por acción, otorgando al gobierno una posible participación del 15 % una vez convertidas.
La inversión se ha llevado a cabo a través de una combinación de subvenciones, préstamos y compras estratégicas para ampliar su mina Mountain Pass en California —la única mina de tierras raras a gran escala en América del Norte— y construir una planta de procesamiento de imanes en Texas. La motivación es geoestratégica: reducir la dependencia de China, que controla más del 80 % del refinado mundial de tierras raras.
Lithium Americas (10 %)
El proyecto Thacker Pass, operado por Lithium Americas en Nevada, ha recibido un fuerte respaldo del gobierno de EE. UU. como parte de su política de transición energética. El Departamento de Energía (DOE) reestructuró el préstamo del proyecto e incluyó warrants que otorgan al gobierno una participación del 5 % en Lithium Americas y otro 5 % de interés económico en la empresa conjunta con General Motors, a un precio de ejercicio nominal.
No se trata de una compra directa de acciones con efectivo, pero sí otorga participación económica cuando se ejercen los warrants como parte del paquete de garantía del préstamo.
La principal motivación del gobierno es asegurar un suministro nacional de litio, un mineral crítico para baterías de vehículos eléctricos y almacenamiento de energía. Washington busca reducir la dependencia de proveedores extranjeros —especialmente de China y Sudamérica— y construir una cadena de valor nacional desde la extracción hasta la fabricación de celdas de batería.
Trilogy Metals (10 %)
Trilogy Metals se ha convertido en un punto focal de la política de minerales críticos de EE. UU. Hace unas semanas, la compañía recibió una inversión de 17.8 millones de dólares del gobierno para avanzar en el Proyecto de Acceso a Ambler, un distrito minero clave para cobre, zinc y cobalto en Alaska. La transacción se estructuró como acciones ordinarias más warrants, con el objetivo de que el gobierno alcance una participación del 10 % (y un 7.5 % adicional vía warrants) una vez cumplidas ciertas condiciones.
La inversión se justifica por la necesidad de fortalecer el suministro nacional de metales esenciales para electrificación, defensa y manufactura avanzada. El cobre y el cobalto son vitales para redes eléctricas, baterías y tecnología militar, lo que convierte el desarrollo del distrito de Ambler en una prioridad estratégica para la administración estadounidense.
Nippon Steel (acción dorada)
En este caso, la situación es inversa: la japonesa Nippon Steel propuso adquirir U.S. Steel, un símbolo de la industria estadounidense. Aunque se trata de una inversión extranjera, el gobierno de EE. UU. intervino directamente a través del CFIUS (Comité de Inversiones Extranjeras en Estados Unidos) para supervisar y condicionar la transacción.
En 2025, la Casa Blanca aprobó el acuerdo bajo un pacto de seguridad nacional que incluyó una cláusula clave: la creación de una “acción dorada” a favor del gobierno estadounidense. Esta acción especial, controlada por el Departamento del Tesoro, no otorga derechos económicos, pero sí confiere poder de veto sobre decisiones que afecten la seguridad nacional, como ventas de plantas o transferencia de tecnología sensible.
Mediante este mecanismo, Washington asegura que la producción estratégica de acero permanezca bajo supervisión nacional, equilibrando la apertura a la inversión extranjera con el control estratégico.
La motivación detrás de esta intervención no es financiera, sino estratégica: preservar la seguridad industrial y el empleo nacional, garantizando que las inversiones extranjeras se alineen con los intereses del país.
Una nueva era de capitalismo estratégico
El país que durante décadas confió en el poder del mercado ha decidido ahora reforzar su base industrial mediante un rol más activo del Estado. Las participaciones en empresas como Intel o MP Materials se describen como una necesidad estratégica, una forma de proteger sectores críticos en un entorno global cada vez más competitivo. El desafío será mantener el equilibrio entre seguridad nacional, eficiencia económica y confianza del inversor, sin perder lo que durante tanto tiempo ha hecho de la economía estadounidense un modelo de innovación y confianza.
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