¿Qué son los derivados financieros?

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Los derivados financieros son productos que basan su valor en el precio de otro activo subyacente, como una divisa, un valor de renta fija o un tipo de interés, entre muchos otros. Estos productos pueden ofrecer grandes beneficios, pero también provocar pérdidas significativas. En este artículo, te explicamos qué son, qué tipos existen y cuáles son sus ventajas y riesgos.

Los derivados financieros son instrumentos cuyo valor se basa en el precio de otro activo subyacente. Es decir, en acciones, índices, materias primas, divisas, valores de renta fija o incluso tasas de interés. Estos productos permiten a los inversores gestionar riesgos, especular sobre movimientos de precios o entrar en mercados concretos sin poseer ese activo subyacente. En este artículo, explicamos qué son los derivados financieros, sus tipos, ventajas, riesgos y las leyes que los regulan hoy en día. 

¿Qué son y para qué sirven los derivados financieros? 

Los derivados financieros son productos financieros que se caracterizan por estar vinculados a otros activos, conocidos como activos subyacentes. Estos productos se caracterizan por no tener un valor propio, ya que determinan su precio con base en la evolución del precio del activo al que están vinculados, ya sea una acción, un valor de renta fija, un índice o un tipo de interés. Además, están sujetos a apalancamiento, lo que implica que la inversión inicial para operar con ellos es más reducida que la exposición que se obtiene al activo subyacente. Como resultado, tanto las ganancias como las pérdidas que se pueden conseguir al operar con derivados pueden ser mayores que las que se obtendrían si se invirtiera directamente en los activos subyacentes.

Persona mirando una plataforma de inversión en un artículo sobre qué son los derivados financieros
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Los derivados representan un contrato entre dos partes, por el que se fija el intercambio de pagos o activos a futuro bajo unas condiciones de precio, fecha y activo subyacente. Estos productos pueden negociarse en dos entornos: los mercados organizados, en los que las condiciones del contrato están estandarizadas, y los mercados no organizados (OTC u Over-The-Counter), donde las operaciones se realizan libremente. Por norma general, suelen emplearse para tres supuestos: 

  • Cobertura. Los llamados derivados de cobertura son aquellos que, como su propio nombre indica, buscan cobertura contra riesgos financieros como las fluctuaciones en los tipos de cambio o de interés o en los precios de las materias primas
  • Especulación. Los inversores pueden apostar por movimientos en los precios de los activos subyacentes. Con esta estrategia, tratan de predecir cambios en los precios con el objetivo de obtener beneficios. 
  • Arbitraje. Los inversores tratan de aprovechar las diferencias de precios entre mercados para obtener un beneficio sin riesgo. 

El uso de derivados da la posibilidad tanto a inversores individuales como a grandes instituciones de llevar a cabo estrategias avanzadas que serían imposibles con otros instrumentos financieros. Sin embargo, al estar sujetos a los efectos del apalancamiento, son productos de enorme riesgo, por lo que su inversión solo se recomienda a los usuarios experimentados. 

Tipos de derivados financieros: ¿cuántos existen? 

Dentro del mercado, se pueden identificar varios tipos de derivados financieros, con características y aplicaciones únicas. Los más destacados son: 

Futuros: contratos a plazo estandarizados 

Los contratos de futuros son acuerdos estandarizados y negociados en mercados organizados. En ellos, las partes se comprometen a comprar o vender un activo subyacente en una fecha futura por un precio concreto. Son muy habituales en la gestión de riesgos, más aún en mercados de commodities y tipos de interés. 

  • Ejemplo: un agricultor utiliza futuros para fijar el precio de su cosecha de trigo antes de la recolección. Así, se asegura un ingreso fijo, independientemente de las fluctuaciones del mercado. 

Además, los futuros también pueden emplearse en los mercados financieros para proteger carteras de valores ante posibles caídas

Opciones: derechos de compra o venta 

Las opciones otorgan al comprador el derecho, pero no la obligación, de comprar (opción call) o vender (opción put) un activo a un precio predeterminado antes de una fecha. Esto las convierte en herramientas flexibles tanto para la cobertura como para la especulación. 

  • Ejemplo: un inversor compra una opción call sobre las acciones de una empresa tecnológica. Con ello, lo que espera es que su precio suba tras el lanzamiento de un nuevo producto. 

Además, las opciones ofrecen una ventaja clave: las pérdidas están limitadas al precio pagado por la prima de la opción, mientras que la potencial ganancia puede ser muy alta. 

Swaps: permutas financieras 

Los swaps son acuerdos personalizados entre dos partes para intercambiar flujos de efectivo o pagos basados en activos subyacentes. Los swaps de tasas de interés son los más comunes, aunque también existen swaps de divisas y de materias primas. 

  • Ejemplo: una empresa con deuda a interés variable acuerda un swap con otra compañía para intercambiar los pagos de tipo variable por pagos a tipo fijo. De esta manera, se asegura estabilidad en sus costes financieros. 

Actualmente, los swaps son fundamentales para la gestión de riesgos en el ámbito corporativo y financiero. 

CFDs: contratos por diferencia 

Los CFDs son productos derivados que permiten a los inversores especular sobre las diferencias de precio de un activo entre la apertura y el cierre de una posición sin poseer el activo subyacente. En estos tiempos, son muy populares por su flexibilidad y su accesibilidad en plataformas de inversión. 

  • Ejemplo: un inversor utiliza CFDs para operar con índices bursátiles como el S&P 500, beneficiándose de las subidas o bajadas del índice sin adquirir directamente los valores que lo componen. 

Los CFDs están considerados como instrumentos complejos de alto riesgo por el apalancamiento y su elevada volatilidad. Por ello, son productos poco aconsejables para el inversor minorista, especialmente si se carece de conocimientos.

Imagen de billetes en un artículo sobre qué son los derivados financieros
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Ventajas y riesgos de invertir en derivados financieros 

Los derivados financieros son productos que, si bien pueden ofrecer grandes rentabilidades, también pueden provocar importantes pérdidas en nuestra cartera. Antes de invertir en ellos, por tanto, es recomendable conocer cuáles son sus características principales y tener claros cuáles son tanto nuestros objetivos como los riesgos que estamos dispuestos a asumir, de cara a crear la estrategia más adecuada para nuestros intereses. 

Beneficios de utilizar derivados en la gestión de carteras 

  • Cobertura de riesgos. Son eficaces para protegerse contra movimientos adversos en los mercados. 
  • Acceso a mercados. Permiten operar en mercados que de otra manera podrían ser inaccesibles o excesivamente caros. 
  • Apalancamiento. Dan la posibilidad de controlar grandes posiciones con un desembolso inicial pequeño, lo que maximiza el potencial de rentabilidad. 
  • Diversificación. Facilitan la implementación de estrategias complejas y la exposición a diferentes activos. 

Riesgos asociados 

  • Apalancamiento excesivo. Aunque puede incrementar las ganancias, también crecen las pérdidas de manera proporcional. 
  • Complejidad. Algunos derivados son muy complejos y difíciles de entender para inversores principiantes. 
  • Riesgo de contraparte. En operaciones OTC puede que una de las partes no cumpla con sus obligaciones. 
  • Volatilidad. Los precios de los derivados pueden ser muy volátiles, lo que implica unos riesgos importantes para los inversores. 

A la hora de invertir en derivados y reducir sus riesgos, es recomendable contar con ciertos conocimientos sobre los mercados financieros y bursátiles y diversificar nuestras inversiones, de cara a minimizar la exposición a un solo activo o mercado. Además, también es aconsejable fijar límites de pérdidas y gestionar el apalancamiento al que estamos expuestos, de cara a reducir las posibles pérdidas.

Regulación y consideraciones legales en el mercado de derivados 

El mercado de derivados está sometido a una legislación estricta, a fin de garantizar la transparencia, minimizar los riesgos y proteger a los inversores. En este sentido, los principales organismos y normativas que los regulan son: 

  • CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores). En España es la CNMV quien regula las operaciones con derivados financieros y vela por la protección de los inversores. La Ley del Mercado de Valores (Ley 6/2023) establece los principios básicos para las actividades de los mercados financieros, incluyendo los derivados. 
  • Reglamento EMIR (European Market Infrastructure Regulation). Este reglamento europeo regula las transacciones con derivados OTC, exigiendo compensación centralizada a través de cámaras de contrapartida (CCP) y el reporte de operaciones a registros de transacciones (TR). 
  • MiFID II (Markets in Financial Instruments Directive). Marca los requisitos de transparencia para cualquier producto financiero, incluidas las condiciones para la comercialización de derivados. 
  • Normas internacionales. Los derivados negociados en mercados organizados están sujetos a estándares globales promovidos por organismos como la IOSCO (Organización Internacional de Comisiones de Valores). Estas normativas armonizan los marcos regulatorios y reducen el riesgo sistémico. 

Más allá de esta normativa, los brókers regulados están obligados a mantener los fondos de los clientes en cuentas separadas. Así, evitan su uso para fines corporativos. En este sentido, los brokers y plataformas que comercializan derivados deben: 

  • Informar de manera clara y transparente sobre los riesgos asociados. 
  • Comprobar que los inversores comprendan las características de los derivados con tests de conveniencia.
  • Cumplir con los requisitos de registro y auditoría impuestos por los organismos supervisores. 

Los derivados financieros son productos complejos. Por ello, el inversor necesitará tener un conocimiento profundo de sus características, funcionamiento y riesgos asociados, así como una gestión prudente, antes de operar con ellos.

 

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